Lluvia

Lluvia

  • Relatos cortos
  • 2 capítulos

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Descripción

Ring, ring, ring… Sonaba el teléfono mientras en la pantalla asomaba una palabra conocida. Era mi Mamá. M: Alo!! Hola, ¿cómo estás? Y: Buenas noches, bien, ¿usted? M: También, ¿estás en el departamento? ¿Merendaste? ¿Sigues esta triste? Y: SI, SI, mmm… Creo que Si M: Bueno, cuídate Y: Saludos a Todos Las conversaciones eran típicas, y repetitivas, la idea no eran informar, solo comprobar que el otro lado aun este. Mientras colgaba sentía el típico nudo en la garganta que me acompañaba desde hace una semana, esa sensación de incertidumbre mezclada con tristeza, desasosiego y con su pizca de confusión. Los días anteriores había estado huyendo de este sentimiento como si de un asesino en serie se tratara, prefería quedarme hasta tarde en la oficina, o si salía pronto salir a dar una vuelta por esta ciudad que me ha dado tanto como me lo que me ha quitado. Ayer sin embargo, era distinto, el cielo se tornaba oscuro, como si una sábana oscura se extendiese sobre la tierra para acobijarla a dormir en la noche; llegue temprano a mi departamento, todo lucia como en la mañana, aunque más solitario que de costumbre. La sabana oscura poco a poco empezó a dejar caer gotas de agua que de una en una fueron formando ríos por las calles de la ciudad, el viento paso de ser una brisa refrescante a un látigo violento que azotaba los techos de las casas, empezaron los destellos de luz, acompañados de rugiente voz; la sabana oscura era una tormenta de agua y relámpagos. Escuchaba desde mi cama el siseante viento recorrer, me invadió y la impotencia, miraba aterrado como las ventanas se azotaban como si estuvieran a punto de arrancarse, sentía que los relámpagos caían frente a mi puerta, y que solo era cuestión de tiempo para que el techo salga volando y me lleve. Tenía miedo, miedo a que no suceda. El golpe de los recuerdos y las preguntas eran tan fuerte como los relámpagos; empezaba a ahogarme, y no había aire suficiente para evitarlo. De pronto, el casi insonoro ruido del celular volvió a sonar. Era una de mis amigas, rompiendo la soledad, con un “HOLA COMO ESTAS”. No pude evitarlo y le dije que me ayudara, que me cuente las historias de su día, o las locuras de sus noches, necesitaba desviar mi pensamiento para no caer en las sombras. Un par de palabras, uno que otro chiste malévolo, logre alejar la oscuridad que me acechaba, me contó de los planes de viaje el fin de semana con su enamorado a MANCORA, me converso de su restaurante, y los menús que servirían, me conto de los juegos en la oficina, y del tabaco que tenía ese momento en la mano. Toda estaba más calmado hasta que sonó una canción que me golpeo con más violencia que la tormenta que caía. La lluvia era oportuna, me acompañaba con sus gotas, el ruido era pequeño comparado, con los ensordecedores gritos que habían en mi pensamiento, el frio era fuerte, y mi cuerpo temblaba, sentía lo solitario de esa noche sin estrellas. Pasaron los minutos y el sueño me era esquivo, pensaba en lo que fue, en lo que falto y en lo que ya no será. La luz se apagó, todo quedo en tinieblas, al fin quede se callaron las voces, al fin pude sonreír en mi mundo de recuerdos.

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