Descripción
Mordisqueando la hierba; mientras levanta agudas sus pequeñas orejas, estaba una liebre degustando su comida; miedosa, y asustadiza; escondía tras su pequeño cuerpo y en sus fuertes patas una velocidad capaz de hacer abochornar a USAIN BOLT; tomaba pequeñas raciones de una hierba que se parecía a tréboles, y mientras los tragaba levantaba la mirada vigilante de su entorno; era castaña, fácilmente se la confundiría con un montón de hojas secas en el piso; tenía el rabo blanco y pequeño; y 2 pequeñas orejas con el interior en color negro.
Paseaba de un lado a otro; no se había dado cuenta que la miraba, me gustaba verla, daba saltos largos y a veces se echaba de lado; cuando sentía un pequeño ruido o alguna leve vibración, en un parpadeo se escondía en una pequeña madriguera que había cerca de donde estaba comiendo. Me sentí extraño al pensar que yo era el intruso en un lugar en el que obviamente sus ancestros habían estado desde mucho antes que los míos.
El Sr. Conejo, le puse de apodo, como el de cuento de ALICIA Y EL PAIS DE LAS MARAVILLAS; se parecía a él, y sobre todo la madriguera parecía la entrada a otro mundo. Pasaron los minutos, y la liebre seguía en su tarea de comer; cuando un mirlo, negro como la noche y de patas largas y amarillas se posó junto a él; para degustar de alguna pequeña planta que había visto desde el árbol de floripón donde había estado posado.
Al principio el Sr. Conejo lo vio y no le dio mayor importancia; poco se fueron acercando, hasta que casi se quitaban los pétalos de los tréboles de las bocas; por un momento el Sr. Conejo, quien había llegado primero al pequeño campo; salto sobre el mirlo como intentando ahuyentarlo; el mirlo voló unos pocos metros, como considerando si valía o no la pena luchar por la comida encontrada, al poco rato tras varias inclinaciones de cabeza por parte del mirlo, salió volando en busca de algo más interesante.
Las nubes se movían en cielo, tomando formas conocidas, habían corazones, caballitos de mar, rinocerontes, manta rayas, perritos con el hocico abierto y tantas figuras como nuestro cerebro veía; la liebre seguía ahí; aunque eran 2 no solo una había llegado una más pequeña, de color más oscuro, de orejas más largas, poco más flaco que el Sr. Conejo; estos se quedaron viendo fijamente; daba la impresión de ver a 2 bravos gladiadores, teniendo un encuentro por primera vez en el que se intenta ganar sin tener que recurrir a la violencia; y eso exactamente fue lo que paso; la segunda liebre, salió corriendo como sabiendo lo que le esperaba sino se alejaba pronto.
Cuan tranquila puede ser la vida de un pequeño animal como el Sr. Conejo; me puse a pensarlo; no tiene que madrugar para trabajar; no necesita ningún tipo de artículo caro para destacar, o ninguna clase de conocimiento más que el heredado por cientos incluso tal vez años de sus antecesores. Solo necesitaba encontrar comida, refugio, agua y mantenerse lejos de los problemas; los problemas claro seriamos nosotros; quienes para comer necesitamos trabajar, para trabajar, necesitamos estudiar, para estudiar necesitamos alimentarnos y para alimentarnos necesitamos…. De nuevo trabajar.
O suertuda liebre, cuanto envidio tu libertad, poder recostarte en el césped, ver el anochecer y cobijarte con un manto de estrellas; cuanto envidio tu simple vida y tu falta de necesidad de destacar; cuanto envidio tu vida. Quisiera por una sola vez, saber lo que es ser un animal silvestre; volar alto como un halcón, nadar rápido por las frías lagunas como una trucha; correr rápido como un venado, o caminar lento como un oso entre los pajonales de un páramo; pensamos que somos la especia más desarrollada, pero cuantas veces demostramos lo contrario. Nos entusiasmamos con un nuevo teléfono; y pocas veces nos damos cuenta del florecimiento de una flor. Vivimos sin apreciar lo importante, la vida, y celebramos la creación de objetos sin vida; estamos tan loco como para hacer cola por comprar un nuevo computador, y pasamos por alto un árbol con más vida entre sus ramas que un pueblo entre sus calles.
Oh liebre, en verdad eres suertuda; en verdad eres libre.
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