La Venganza

La Venganza

  • Relatos cortos
  • 2 capítulos

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Alguien que solo pretende indagar en lo potencial mas allá de las convenciones y de los rebuznos de los que se creen sabios. Alguien que...

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Descripción

Desde Europa he recibido estremecedoras noticias de Verónica Mosued, y una insinuación de su monstruosa felicidad, porque había que reconocer que las experiencias de esa mujer en algún momento no fueron las normales. Pero no hubo visos de alarma en sus sugestivas opiniones acerca de lo global, o particular, que le rodeaba; dijo que nada había sido hecho con prisa, y nunca sentiría el vano anhelo de morir ya que disfrutaba de las ventajas de la infinitud en la tierra. Para ella, la vida era un dominante regocijo de paz, y cualquier conflicto atañería a otro; despreciaba a las luchas que se tramaban bajo el sagrado manto en que se alinean las estrellas, e infería que a lo bello le fue indicado hacer porque había sido una escogida (es difícil precisar si esto tenía sentido poético, o si se trataba de una observación objetiva; no sé si me sería lícito hacer una investigación sobre sus sentimientos tan variados que parecían no tener límites). Sólo me pidió que tuviera indulgencia por sus éxitos, los cuales no tenían una complejidad prodigiosa ni una extensión inimaginable. Le daba un indispensable sentido a la familia, dado su rol de madre y mujer conciliadora. Se encontraba muy a gusto con sus hijos Felipe y Silvia, con quienes disfrutaba inviernos y veranos llenos de reposo. Pero enseguida me apuntó que todo lo que habría oído de ella en la “city”, era completamente falaz, y me recordó que siempre había protegido a los suyos como una sensata leona (la otra noche había asistido a una cena, en donde discutió varias cosas con el anfitrión, con muy alto vuelo intelectual, demostrándole en forma amistosa estas cuestiones que excedían a las trivialidades). En sus matemáticamente planeadas actividades, vencía a aquellos que tenían una comprensión del universo un tanto relativa. De acuerdo a lo que me dijo, su familia era un formidable modelo de unidad, y dentro del mundo de la política: la que podía mostrar que sus manos no estaban sucias; siempre había enarbolado los más altos ideales. También, en resumidas cuentas, Felipe y Silvia se enlazaban muy bien con el estudio; uno quería ser médico y la otra arquitecta. Su esposo estaba haciendo giras de trabajo, pero siempre volvía a casa para besarla regularmente; cumplía con la verdadera definición de lo que era un hombre, porque con Mosued nunca tuvo un enfrentamiento inespecífico, ni un cambio de palabras de estúpidas connotaciones. Siempre daba entender lo que afirmaba, no se enojaba, y dirigía los dedos de su mano a su ombligo en señal de sosiego. Ella lo veía llegar con su instrumental médico, y le sonreía: su confianza hacía él nunca había tenido vaivenes; el sólo verlo le producía una sensación de descanso. Su esposo era un hombre intachable que enriquecía la definición de “hombre” que se encuentra en los diccionarios. Cuento, 19 páginas.

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