La red social literaria que publica tu talento

Recursos para escritores

Todo lo que necesitas para convertirte en autor

Ideas para tener ideas

Ideas para tener ideas

Todo relato, novela o poema pasa por una idea que se materializa en un sentimiento, un personaje, una imagen, una necesidad… y que acaba convirtiéndose en una obra. El tiempo que el escritor o escritora dedica depende mucho del género y de la extensión final de ese escrito, pero todos provienen de un mismo lugar. Correcto, una idea.

Y eso se extiende a todo tipo de escritores: desde los más impulsivos y aventureros hasta los más estructurados. Sin esa chispa inicial, ese brote intelectual y/o emocional, no hay novela o relato. ¿Cómo conseguir una buena idea? ¿O una en general? Sí, tener herramientas para ello nos ayudará a superar los bloqueos o incluso los encargos que nos parezcan difíciles. Proponemos algunas maneras de encender nuestra bombilla.

 

 

Si queremos resultados diferentes, probemos cosas diferentes

Esto parece muy obvio. Pero analicemos nuestro día a día, los últimos meses o años y veamos si hemos seguido un patrón (seguro que sí). Es muy posible que siempre recurramos a los mismos recursos para obtener ideas y, seguramente, se basaran en los que usamos inconscientemente la primera vez que tuvimos éxito.

Ojo, muchos de nosotros nos pensamos que las ideas aparecen sin más y, si bien pueden aterrizar en el momento menos indicado, no son causa de las musas: seguramente estamos leyendo, viendo series o películas y/o viendo el mundo de una manera concreta. Y esos inputs continuamente ayudan a nuestro inconsciente a trabajar sin que nos demos cuenta, hasta que llega un estímulo que termina de unir los puntos y nos “trae” esa idea. Entonces, ¿cómo obtener resultados diferentes? Existen mil maneras:

  • Si, por ejemplo, leemos siempre los mismos libros o vemos siempre el mismo tipo de series/películas, cambiemos. Analicemos bien esos nuevos estímulos y miremos qué nos pueden aportar.
  • Cambiemos el lugar donde escribimos. Rompamos la rutina para que nuestra mente active esos recovecos que no usa y que nos traerán nuevos estímulos. Si escribimos siempre por la mañana, empecemos a escribir por la tarde o por la noche.
  • Conozcamos gente diferente a nosotros, con particulares maneras de ver la realidad y, sobre todo, escuchemos cómo se expresan y qué palabras usan.
  • Si somos escritores intuitivos intentemos estructurar nuestra historia antes de empezar a escribir. Si somos escritores estructurados, intentemos escribir sin pensar apenas el título.
  • Viajemos, veamos mundo. Y, si ya lo hacemos, cambiemos la manera en la que ejecutamos esas experiencias. Cambiar la perspectiva para hallar resultados diferentes.
  • Empecemos a escribir de manera diferente, ya sea usando el tiempo verbal al que estamos acostumbrados, el tipo de personajes, de género, etc…

 

¿Para quién narro?

A veces no encontramos ideas que podamos considerar buenas porque estamos más preocupados por el resultado que por el simple hecho de contar una historia. La primera recomendación: ante la hoja en blanco, olvidemos el fin, lo importante es fluir, crear, construir y dejarse sorprender por los personajes.

Por supuesto, no es lo mismo escribir porque sí, para publicar o para autopublicar. De hecho, hay momentos en los que somos incapaces de desvincularlos del destino final de nuestras palabras. En ese momento, es cuando debemos recurrir a este apartado. Si nos hemos propuesto escribir un bestseller que nos convierta en millonarios… lo mejor será que no busquemos tramas rebuscadas, ni referentes muy elevados. Centrémonos en buscar ideas sencillas pero efectivas a la par que sorprendentes.

Si lo que queremos es escribir para nosotros, indagar en nuestro interior, enfoquemos la búsqueda de ideas en esa dirección. Lo mismo haremos si buscamos renovar el panorama editorial con una trasgresora novela. Debemos tener claro que un escritor debe tener momentos de todo y debe saber diferenciar para quién se escribe en cualquier ocasión.

 

 

 

 

La clave está en los personajes

Una buena manera de convertir una idea mediocre en una gran idea es mediante la transformación de los personajes. Éstos tienen, obvio, un gran poder sobre las historias e incluso sobre los propios escritores.

Si una historia no funciona, cambiemos los personajes. Cambiémosles el género, la procedencia, su idioma madre, su manera de vestir, su profesión. Los mismos dilemas entre un médico y un veterinario pueden dar resultados muy diferentes; si un conflicto lo padece una vedette del Moulin Rouge o una abogada depredadora del actual Nueva York, la historia puede tomar derroteros muy distintos.

Es más, si ni siquiera tenemos historia, juguemos a crear personajes y a cambiarles las características básicas. Imaginemos que queremos explicar una historia sobre la impotencia masculina y hemos creado un personaje varón, de unos treinta años, electricista que reside en Malasaña. ¿Y si lo convertimos en el Rey de un reino inventado del período medieval? ¿O en un actor de películas eróticas? Fijémonos como un pequeño cambio apunta historias muy diferentes. Es la hora de jugar. Ciertamente, cuando nuestra mente se pone en modo lúdico será más sencillo que las ideas entren al trapo.

 

 

Las opiniones de la comunidad (3)

Regístrate o haz logon para añadir un comentario.