Descripción
Precisamente estaba yo sentado en un rincón de mi clínica, con una botella casi vacía de whiskey entre mis manos y sintiendo los efectos del alcohol, cuando en el interior penetró un hombre mayor, con la coronilla tan calva como reluciente y pelos blancos y despeinados bordeándola y apuntando al techo como si quisieran tocar la lámpara de gas que pendía de él. El hombre iba encorvado y era enano, tanto que, si no te fijabas en su rostro arrugado y su pelo blanco, pensabas que era un niño. Sus zapatos estaban llenos de barro y su ropa un tanto harapienta, pero, a pesar de todo y teniendo en cuenta que debía de estar entonces borracho, pensé que había venido solo para utilizar el baño, ya que a mí, uno de los mejores médicos de Londres (y no exagero), a pesar de que esos últimos días me estaba devorando la competencia, recurría gente desesperada, que se veía en las últimas y prefería recurrir a mis servicios antes que a los de un cura.
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