Descripción
Aquella mañana de 1916 el aire estaba infestado del olor a sangre y pólvora, a muerte. Allí donde había habido vida, ahora solo quedaba un valle inhóspito, inerte, donde el suelo fértil era sepultado bajo una montaña de cadáveres que antaño habían sido jóvenes altivos inundados por el ardor guerrero; con el pecho henchido de vanidad y la perspectiva de que eso solo sería un paseo por el parque. La calma que precede a la tormenta: esa es la mejor forma de describir cómo hacía horas, con el estruendo de los disparos de ametralladoras y los cañonazos de fondo, el paraíso se convirtió en infierno y aquellos hombres quedaron reducidos a cuerpos inertes y carentes de importancia alguna, tan maltratados por la batalla que ahora se tornaban irreconocibles.
Para comentar, hay que estar registrado