Descripción
Te digo, hijo; que no es hombre digno de vivir, quien por miedo a cuatro cuentos de viejas se quede en su miserable cabaña viendo como se le caen las paredes y no se lanza por esos caminos de Dios en busca de la aventura. Y no estoy hablando de héroes ni dioses, no es que piense que el explorador no pasará miedo ni angustia ante los peligros que se le avecinan, lo pasará y de eso se trata de salir a afrontar el miedo al camino, buscarle en el descampado o en las profundidades de la cueva junto al tesoro que nos espera ¡Qué importa el peligro y el espanto! Si el miedo más terrorífico no puede venir de serpientes o culebras, ánimas o duendes, sino del que llevamos en nuestra cabeza, entre ceja y ceja.
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