Descripción
El día que mi marido me confesó la serie de innumerables infidelidades que había cometido, después del dolor y la vergüenza de aquella crisis, el sexo empezó a importarme muy poco. Cuando te traicionan, te engañan y te mienten durante tanto tiempo, uno pierde muchas cosas, la confianza y la seguridad son las primeras en largarse junto al poco amor propio que te quedaba, pero después, el miedo y los escrúpulos también se desvanecen, dejándote una sensación de libertad como nunca antes habías experimentado. No se si fue entonces cuando tomé la decisión de poner a prueba al mundo para saber si el ser humano era bueno o malo por naturaleza, racional o esclavo absoluto de sus instintos. Tampoco se si lo hice para demostrarme algo a mí misma, para desentrañar la verdad, para elaborar un camino que otros pudieran seguir en circunstancias similares, o simplemente para desahogarme y descongestionar todo el despecho y el rencor que se acumula en mi estomago cuando no acabo de tener un orgasmo. En esos momentos en los que el vacío, la desidia y el aburrimiento me escuecen, el picor de la entrepierna se vuelve insoportable, salgo de casa y me lanzo a los brazos de cualquier hombre sin pensar.
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