Grandísimo documento. Científico al más alto nivel. Digno de aparecer en “The New England Journal of Medicine” o de cualquier otra publicación especializada. Ya quisieran muchos expertos en la materia recabar tanto conocimiento del mismo. El propio Antonio Escohotado lo tendría muy difícil. Me compré y leí años atrás “El libro de los venenos” que es una versión más resumida y acortada de su obra magna “Historia General de las Drogas”. Este libro, además de ameno de leer, plantea el asunto de una forma civilizada. De entre todo el abanico de drogas y de sustancias que existen, la heroína y la familia de los opiáceos en general tienen una característica, una maléfica característica que las separa y distingue del resto; no es otra cosa que el Síndrome de Abstinencia a/de Opiáceos (SAO). Dejando de un lado aparte, que daría para otro debate, porqué se inicia alguien en el consumo de la heroína (dejé bien claro en “El Graffo” que le puede ocurrir al más guapo y mejor “planchao”), lo más importante en esta cuestión es que tras un consumo regular (por placer, por relax, por lo que sea) en uno o dos años el consumidor se convierte en un adicto creando una total dependencia a la sustancia. No es una dependencia psicológica en la que el adicto quiere colocarse para pasarlo bien; en realidad el sujeto necesita la sustancia para no sentirse fatal, para no sentirse infernalmente fatal; cualquier adicto prefiere que le corten un pie antes que sufrir un SAO. Por eso la criminalidad y delincuencia asociada a los yonkis, se debe en realidad a una necesidad imperiosa de cortar esos síntomas nefastos; porque un SAO es una de las cosas más desagradables y difíciles de pasar que uno pueda imaginar, seguro que la mayoría de consumidores preferirían tener un tumor a padecer esta adicción. Treinta o cuarenta años después de comenzar el problema en España de una forma llamativa y claramente visible, la percepción general sigue siendo la misma: un atajo de golfos, delincuentes y yonkis; cuando en realidad es un problema médico y de salud. El yonki es una persona que hasta que tiene lo suyo es un manojo de nervios, de desasosiego, de confusión mental, y sobre todo de un severo malestar físico a todos los niveles, lo dicho, un verdadero infierno. Si tu padre o tu madre presentase esos síntomas ¿se te ocurriría dejarlo tirado en la calle a su suerte o a la buena de dios? Sería del todo impensable. Si a un diabético le retiramos su insulina comienzan los síntomas característicos de la enfermedad hasta perder el conocimiento. En el momento que le administramos su insulina todo revierte y queda solucionado el problema. Pues con un SAO ocurre exactamente lo mismo: en el momento que se administra su heroína la vida vuelve a ser maravillosa, el sujeto recobra el buen ánimo y humor, se muestra activo y en plena forma, además de tranquilo y relajado, incluso productivo; ¿tan difícil es de entender? Y otra cosa ¿Por qué tanto marear la perdiz con sustitutos y sucedáneos? Que si metadona, que si buprenorfina, que si chorradas que en realidad son más nocivas que la propia heroína. Yo soy fumador, me gusta el tabaco (o soy un adicto a la nicotina, me da igual) Si estoy intentando dejarlo pero llega un momento que no aguanto más y necesito un cigarro; ¡joder! No me toques las pelotas dándome un Lola o Chorra lights…dame un Camel ,Lucky o Winston que me deje saciado y déjate de monsergas. He leído y he visto documentales sobre centros sanitarios oficiales y gubernamentales en Suiza (no privados) donde solucionan el problema sintetizando en sus laboratorios heroína líquida al cien por cien (garantía de calidad en su proceso y con cero porquerías) y el paciente acude cada mañana a por su medicina. El resultado no podía ser otro: han desaparecido los yonkis vagabundos, y han recuperado su sitio en la sociedad; encuentran trabajo y llevan una vida normal. El único problema o inconveniente, si es que lo es, es el pasar todas las mañanas por el centro a por su medicina ¿Es bien fácil, no? Creo recordar que en Granada se está haciendo algo parecido. Bueno, mañana…más. Saludos.
En efecto Pau, veo que has leido a Escohotado, y su libro sobre la Fenomenología de las Drogas es una obra maestra, que además, está escrita en base a experiencias personales. De todas formas te contaré algo que quizá te extrañe, pero que es verdad. En tiempos de la dictadura de Franco, existían en España cerca de un millón de adictos a los opiáceos. La codeína se compraba pura, la morfina a diez cétimos la ampolla y de venta libre, y hasta los años sesenta (finales) no se atisbaron medidas típicas de la Prohibición. Pero el problema de la gran cantidad de adictos se solucionó de un plumazo: se hicieron unas tarjetas llamadas "Carnets extradosis" y se les daban a todos los adictos a los opiáceos. En los setenta y ochenta, el tilitrate, la dihidrocodeína, la petidina, la buprenorfina y algunos más se vendían en farmacia con el sol requisito de presentar el citado carné. Luego, vino la prohibición y su resultado fueron muertes por sobredosis, por adulteraciones y la criminalización d elos adictos, a la par que florecía un muy rentable mercado negro con el que se lucraron gente que pasaba por ser "de toda honorabilidad". Ahora ya ni te cuento. Vivir para ver. Un abrazo.
;ira Pau: además de que llevas más razñon que un santo, como dicen por aquí, te diré algo más. En los ochenta existía un medicamento para tratatr la hipertensión cuyo principio activo era "lofexidina". Comenzó a dar excelentes resultados como tratamiento soporte en el tratamiento del SAO. Repentinamente, se retiró del mercado en España. Al cabo de los años, comenzó a comercializarse el Catapresan (reg), cuyo PA es la clonidina, que funciona igual que la lofexidina, pero con más efectos secundarios y ¿sabes el motivo por el cual no la retiraron? por la potente farmaceútica que tenía los derechos. Así de simple.
Pau March - sábado, 29 de abril de 2017
Grandísimo documento. Científico al más alto nivel. Digno de aparecer en “The New England Journal of Medicine” o de cualquier otra publicación especializada. Ya quisieran muchos expertos en la materia recabar tanto conocimiento del mismo. El propio Antonio Escohotado lo tendría muy difícil. Me compré y leí años atrás “El libro de los venenos” que es una versión más resumida y acortada de su obra magna “Historia General de las Drogas”. Este libro, además de ameno de leer, plantea el asunto de una forma civilizada. De entre todo el abanico de drogas y de sustancias que existen, la heroína y la familia de los opiáceos en general tienen una característica, una maléfica característica que las separa y distingue del resto; no es otra cosa que el Síndrome de Abstinencia a/de Opiáceos (SAO). Dejando de un lado aparte, que daría para otro debate, porqué se inicia alguien en el consumo de la heroína (dejé bien claro en “El Graffo” que le puede ocurrir al más guapo y mejor “planchao”), lo más importante en esta cuestión es que tras un consumo regular (por placer, por relax, por lo que sea) en uno o dos años el consumidor se convierte en un adicto creando una total dependencia a la sustancia. No es una dependencia psicológica en la que el adicto quiere colocarse para pasarlo bien; en realidad el sujeto necesita la sustancia para no sentirse fatal, para no sentirse infernalmente fatal; cualquier adicto prefiere que le corten un pie antes que sufrir un SAO. Por eso la criminalidad y delincuencia asociada a los yonkis, se debe en realidad a una necesidad imperiosa de cortar esos síntomas nefastos; porque un SAO es una de las cosas más desagradables y difíciles de pasar que uno pueda imaginar, seguro que la mayoría de consumidores preferirían tener un tumor a padecer esta adicción. Treinta o cuarenta años después de comenzar el problema en España de una forma llamativa y claramente visible, la percepción general sigue siendo la misma: un atajo de golfos, delincuentes y yonkis; cuando en realidad es un problema médico y de salud. El yonki es una persona que hasta que tiene lo suyo es un manojo de nervios, de desasosiego, de confusión mental, y sobre todo de un severo malestar físico a todos los niveles, lo dicho, un verdadero infierno. Si tu padre o tu madre presentase esos síntomas ¿se te ocurriría dejarlo tirado en la calle a su suerte o a la buena de dios? Sería del todo impensable. Si a un diabético le retiramos su insulina comienzan los síntomas característicos de la enfermedad hasta perder el conocimiento. En el momento que le administramos su insulina todo revierte y queda solucionado el problema. Pues con un SAO ocurre exactamente lo mismo: en el momento que se administra su heroína la vida vuelve a ser maravillosa, el sujeto recobra el buen ánimo y humor, se muestra activo y en plena forma, además de tranquilo y relajado, incluso productivo; ¿tan difícil es de entender? Y otra cosa ¿Por qué tanto marear la perdiz con sustitutos y sucedáneos? Que si metadona, que si buprenorfina, que si chorradas que en realidad son más nocivas que la propia heroína. Yo soy fumador, me gusta el tabaco (o soy un adicto a la nicotina, me da igual) Si estoy intentando dejarlo pero llega un momento que no aguanto más y necesito un cigarro; ¡joder! No me toques las pelotas dándome un Lola o Chorra lights…dame un Camel ,Lucky o Winston que me deje saciado y déjate de monsergas. He leído y he visto documentales sobre centros sanitarios oficiales y gubernamentales en Suiza (no privados) donde solucionan el problema sintetizando en sus laboratorios heroína líquida al cien por cien (garantía de calidad en su proceso y con cero porquerías) y el paciente acude cada mañana a por su medicina. El resultado no podía ser otro: han desaparecido los yonkis vagabundos, y han recuperado su sitio en la sociedad; encuentran trabajo y llevan una vida normal. El único problema o inconveniente, si es que lo es, es el pasar todas las mañanas por el centro a por su medicina ¿Es bien fácil, no? Creo recordar que en Granada se está haciendo algo parecido. Bueno, mañana…más. Saludos.
RE:
LAUREANO RAMIREZ - miércoles, 3 de mayo de 2017
En efecto Pau, veo que has leido a Escohotado, y su libro sobre la Fenomenología de las Drogas es una obra maestra, que además, está escrita en base a experiencias personales. De todas formas te contaré algo que quizá te extrañe, pero que es verdad. En tiempos de la dictadura de Franco, existían en España cerca de un millón de adictos a los opiáceos. La codeína se compraba pura, la morfina a diez cétimos la ampolla y de venta libre, y hasta los años sesenta (finales) no se atisbaron medidas típicas de la Prohibición. Pero el problema de la gran cantidad de adictos se solucionó de un plumazo: se hicieron unas tarjetas llamadas "Carnets extradosis" y se les daban a todos los adictos a los opiáceos. En los setenta y ochenta, el tilitrate, la dihidrocodeína, la petidina, la buprenorfina y algunos más se vendían en farmacia con el sol requisito de presentar el citado carné. Luego, vino la prohibición y su resultado fueron muertes por sobredosis, por adulteraciones y la criminalización d elos adictos, a la par que florecía un muy rentable mercado negro con el que se lucraron gente que pasaba por ser "de toda honorabilidad". Ahora ya ni te cuento. Vivir para ver. Un abrazo.
RE:
LAUREANO RAMIREZ - miércoles, 10 de mayo de 2017
;ira Pau: además de que llevas más razñon que un santo, como dicen por aquí, te diré algo más. En los ochenta existía un medicamento para tratatr la hipertensión cuyo principio activo era "lofexidina". Comenzó a dar excelentes resultados como tratamiento soporte en el tratamiento del SAO. Repentinamente, se retiró del mercado en España. Al cabo de los años, comenzó a comercializarse el Catapresan (reg), cuyo PA es la clonidina, que funciona igual que la lofexidina, pero con más efectos secundarios y ¿sabes el motivo por el cual no la retiraron? por la potente farmaceútica que tenía los derechos. Así de simple.