Canciones de Taberna

Canciones de Taberna

  • Novela contemporánea
  • 6 capítulos

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Descripción

Siempre ha llegado ese momento que para muchos llega a ser la representación más certera del purgatorio en la tierra: uno simplemente no decide el momento para hablar con el cantinero, sólo se llega y se acaba enterrado en el desierto de las copas… Y ahí se halla la salvación: en medio del primer trago, suena la única advertencia que logra profundizar en nuestros oídos ebrios; las canciones que relatan las fantasiosas historias de los desgraciados con los que compartimos celda, mostrándonos así que tanto asco tendrá el diablo de nosotros, o, si todavía se tenía salvación alguna, que tanto tiempo lograremos pasar antes de dar ese gran salto al castigo merecido. Desde el nacimiento del hombre de fedora que empieza desde el estallido de la sonrisa más confiable (esa cicatriz que nunca deja de arder); el tormento que se esconde detrás del tesoro más anhelado por el hombre, martillándose la cruz en la mejilla, aun sabiéndose la verdadera mentira del placer; la perdición del carnicero de la ciudad que es el mismísimo heraldo del diablo, todo a manos de esas cálidas caricias y ese encanto escénico (se disfruta en la cama con el mismo lívido y ritmo instrumental), pues el pobre desgraciado todavía no olvidaba el corazón que el mismo había hundido en el frío y desolado mar del olvido; y, como cereza del pastel, especial para los vigilantes, la prueba de que la corrupción y el remordimiento no es característica única de los bien vestidos, pues la placa y la gorra también acarrean una promesa de justicia, y ellos saben muy bien que aquello sólo se pude componer con los pútridos gusanos que son la venganza y la mentira conveniente (a la hora de la ejecución no se siente la descomposición; pero cuando uno se ahoga en penas, la ceniza se petrifica en la respiración que alimenta a los recuerdos). Sí, beber otra vez alrededor de toda la ciudad; beber otra vez junto a las historias de los desgraciados que nos acompañan… Tal vez así se pueda vivir un día más sin su compañía (pero nunca hay que ser optimistas, como bien nos han enseñado esas cargadas letras).

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