Descripción
"...-A sí son las cosa’, oiga- Me dijo el solemne anciano, con ese acento yucateco que me gusta tanto. Lo miré con respeto y algo de lástima –Ya no me queda mucho en este mundo-.
Observé sus ojos, negros como la noche. Sus arrugas se bifurcaban en su cara como grietas en el desierto y su pelo era de un gris claro y cenizo. Sonrió; le faltaban dientes. Era muy viejo, indudablemente viejo. No tuve el valor de preguntarle su edad o cuantos amaneceres había visto entre la selva. Por un momento pensé que podría ser anciano como el universo.
-No me quejo. He tenido una buena vida- dijo y miró a la jungla –Viviendo to’ el tiempo en la selva- se llevó la taza de cerámica a la boca y bebió hasta que terminó esa bebida que tanto me desagrada.
-Tal vez aún hay esperanza- le dije –Aún antes de que vengan las máquinas y maten a las bestias y destruyan el bosque-.
El anciano sonrió de nuevo –Hijo, la esperanza se fue hace mucho, mucho tiempo. Tal vez la hubo, antes- y miró a venus, la última estrella de la noche –Ah-Chicum-Ek, antes de que viniera el hombre blanco con sus bestias y sus armaduras de fuego y luz y con truenos y muerte en las manos, cuales demonios del mal en sus fortalezas flotantes y ejecutaran a emperadores y gobernadores y acabaran con la línea de sangre real que venía de os mismos dioses. Y que masacraran a nuestros hijos y violaran a las mujeres y ultrajaran a los guerreros y tiraran abajo los monolitos y profanaran las estatuas sagradas y pisaran con sus sucias botas las efigies y dispararan sus truenos a nuestros sacros templos y ultrajaran los ritos a los dioses con su corrupta presencia y quemaran los códices de toda nuestra historia y conocimiento.
Y quemaran los bosques y secaran los espejos del cielo y llenaran con su mugre los sacros arroyos y ríos y cazaran a nuestras bestias y tiraran con sus truenos a las aves del cielo y encerraran en jaulas a los señores de la jungla-.
Miramos de nuevo al cielo, al último amanecer de los tiempos.
-No son piadosos los dioses- me dijo..."
Ocellopilli, fue el cuento ganador del Séptimo concurso de cuento breve del CCH Sur, bachillerato de la Universidad nacional Autónoma de México. Es una pequeña historia que narra la desolación sufrida por las bestias en la ya en peligro selva yucateca. Nota; el párrafo que sirve de sinopsis es extracto de otro cuento de mi autoría, que verá la luz si este cuento es bien recibido.
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