Los escritores tenemos la tarea de crear un universo, un marco para nuestras novelas, cuentos y poemas. Este cosmos no será un simple escenario de fondo en el que transcurrirá nuestra historia, sino que también afectará a los personajes y al tono del escrito. Se trata de un elemento fundamental y estas son algunas formas de mimarlo. Pero, ¿cómo afrontar la construcción de este universo narrativo? Vayamos por partes.
En esta tarea de creadores de mundos nos encontramos un terrible enemigo: los clichés. Ya sea una novela que ocurre cuando dos personas se quedan atrapadas en un ascensor o una historia que se desarrolla a lo largo y ancho de una galaxia a varios millones de años luz. No importa que sea una tierra completamente fantástica o un apartamento realista. Ellos sobrevuelan nuestra mente sin que nos demos cuento.
Los escritores de hoy nos enfrentamos a un público muy acostumbrado al consumo de ficción, mucho más que en otros tiempos. El cine, la televisión o las novelas son mucho más accesibles que en cualquier otro momento de la historia y los lectores son muy rápidos al reconocer elementos que se repiten una y otra vez.
Robert Mckee, explica en El guión que “el motivo de esta epidemia mundial es sencillo y claro: el guionista no conoce el mundo en el que se desarrolla la historia”. Esto es aplicable a muchos escritores, que dan por hecho que tienen conocimiento total del mundo en el que se desarrolla la historia. Pero muchas veces, y sobre todo si somos escritores noveles, no es así.
Las cuatro dimensiones de la ambientación
Para Mckee, la ambientación de una historia tiene cuatro dimensiones que debemos tener muy en cuenta: el periodo -la época en la que se desarrolla-, la duración -la extensión de tiempo que ocupa-, la localización -el lugar físico en el que ocurre- y el nivel de conflicto -la posición que ocupa la narración dentro de las luchas humanas, políticas, económicas, sociales, biológicas…-.
Conociendo estos cuatro aspectos, los escritores deberíamos ser capaces de evitar que ocurra lo primero que se nos pase por la cabeza, ya que “los acontecimientos estarán limitados por las posibilidades del mundo que diseñe”. Por ejemplo, si un personaje vive aislado en una cabaña en las montañas difícilmente montará una fiesta loca a lo American Pie. Por cosas así Howard Mittelmark y Sandra Newman decían en Cómo no escribir una novela que el oficio de escritor es más difícil que el de Dios.
Un mundo reconocible
Aunque nuestra novela transcurra en un universo habitado por hadas con picos de pato y sombreros de cowboy, “las historias no se materializan de la nada, sino que surgen de los materiales que ya existen en la historia y de las experiencias humanas”, explica Mckee. “Las historias intercambiables no existen, una verdadera historia sólo funcionará en un lugar y tiempo”, por lo que nuestros esfuerzos como escritores deberán ir encaminados a crear un mundo reconocible.
Los escritores debemos saber todo cuanto ocurre en ese mundo, pero eso no significa conocer hasta el movimiento de la última mosca del universo, sino de todo aquello que sea pertinente o no. Asimov no necesitaba saber si un árbol se caía en un bosque remoto de un planeta perdido en la otra punta del Imperio, pero sí cuáles eran los hábitos de los habitantes de Terminus y si se acercaba la hora de la cena y Salvor Hardin tenía hambre. “El verdadero arte consiste en separar un pedacito del resto del universo y presentarlo de tal manera que parezca lo más fascinante del mundo”.
Investigación
Si no se conoce bien el universo en el que se ambienta nuestra historia corremos el riesgo tomar como referencias lo que hemos visto en novelas y películas de ambientación similar a la nuestra y por lo tanto, caer en los clichés.
Si vamos a escribir una historia ambientada en el siglo XVII español nos tocará no sólo estudiar la época, sino también leer a los escritores del momento para empaparte del lenguaje y que tu soldado de los tercios de Flandes sea lo más realista posible. “Uno puede quitar muy fácilmente determinado objeto, pero demasiado a menudo, al intentar reproducir el lenguaje de la época, los autores acaban escribiendo diálogos muy forzados y nada naturales”, explican Howard Mittelmark y Sandra Newman.
Los escritores que ambientamos nuestras historias en el futuro o en un mundo fantástico también nos podemos beneficiar de la investigación histórica. La historia está llena de personajes y situaciones que pueden ayudarte a dar color a la novela. Para La Fundación, Isaac Asimov se inspiró en la caída del Imperio Romano, mientras que GRR Martin tomó elementos de la Guerra de las Rosas y de la Cruzada Albigense para su saga Canción de hielo y fuego.
Sin embargo, a muchos escritores noveles nos cuesta crear una ambientación sólida para nuestra novela. En este caso, lo más sencillo es ambientar nuestra historia en un mundo que conozcamos: el actual, nuestra ciudad, en un ambiente similar al nuestro.
¿Estáis preparados para afrontar el reto de construir vuestro mundo narrativo?
Fenrir wolf - jueves, 18 de febrero de 2016
Que buenos consejos dan en esta pág, estoy empezando una historia, no quiero ser profecional ni nada, pero me parece un buen pasatiempo. Y con la esperanza de que me salga bien algun día. xD
Veronica Murillo - miércoles, 27 de enero de 2016
Muy buen artículo, me ha aclarado muchas cosas y hasta donde puedo ver no voy por tan mal camino, muchas gracias!!!