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Cómo usar la tensión sexual no resuelta

Cómo usar la tensión sexual no resuelta

Siempre hay un punto en una novela en el que hemos creado varios personajes magníficos que van a ser los que lleven nuestra historia, pero ahora tenemos que hacer que interactúen entre ellos. ¿Serán amigos? ¿Acabarán por convertirse en rivales? Las posibilidades que tenemos los escritores son infinitas, pero pocas son tan eficaces como la tensión sexual no resuelta (URST, por sus siglas en inglés). ¿Cómo se hace? Vamos a verlo.

Este recurso ha sido explotado de forma extraordinaria en el audiovisual, especialmente en las series de televisión, alargándose capítulos y capítulos, temporadas y temporadas, incluso la serie entera. Mulder y Scully en Expediente X es posiblemente el ejemplo más excepcional, pero también podemos pensar en Pam y Jim en The Office, House y Cuddy o Rachel y Ross en Friends.

Esta tensión no tiene por qué reducirse exclusivamente al plano físico. Es un buen punto para empezar. Pero normalmente, para que sea realmente efectiva y tenga un efecto real sobre la vida de un personaje, éste debe tener un interés mayor. Eso no significa necesariamente que estén enamorados.

El mundo ha cambiado enormemente desde que Shakespeare escribió Romeo y Julieta y la mayoría de historias de amor –al menos en occidente- ya no tienen que hacer frente a una sociedad que se opone a ellas, sino que son los mismos personajes los que se convierten en el gran obstáculo para el amor.

 

¿Qué nos dice la URST de los personajes?

Las razones más habituales para que se creen tensiones sexuales no resueltas son que los personajes o bien tienen miedo o bien no son conscientes de sus sentimientos. Esto nos ofrece a los escritores una oportunidad extraordinaria para mostrar aspectos de un personaje en vez de explicarlos.

Por ejemplo, podemos tener un personaje que haya sufrido mucho en el pasado por culpa de una relación y que haya decidido no volver a enamorarse, de esos que en cuanto sienten mariposas en el estómago se beben un bote entero de insecticida. Ver cómo mantiene la distancia con alguien que realmente le interesa es mucho más efectivo e interesante que un monólogo interior en el que explique que jamás volverá a ceder a los deseos de su corazón.

 

 

¿En qué deben fijarse los personajes?

Los escritores tenemos la tentación de describir al personaje que atrae a nuestro protagonista como alguien de una excepcional belleza, con unos ojos verdes profundos y un pelo brillante. Sin embargo, puede darle mucha más profundidad a la relación entre ambos si se fijan en detalles originales.

Valga como ejemplo la descripción que Andrej Sapkowski hace de la hechicera Yennefer desde el punto de vista de Geralt de Rivia, una tormentosa relación que se alargará ni más ni menos que siete libros: “El brujo se acercó, mirando en silencio. Vio el hombro izquierdo de ella, un pelín más alto que el derecho. La nariz, un pelín demasiado larga. Los labios, un poco demasiado anchos. La barbilla, un poquito demasiado corta. Las cejas, demasiado irregulares. Los ojos...Veía demasiadas peculiaridades. Completamente innecesario”.

Además, los escritores debemos tener en cuenta que la tensión sexual es algo que ocurre en nuestras cabezas, por lo que es importante contemplar el punto de vista para sacar el máximo provecho de que ambos personajes tienen visiones muy distintas de lo que está ocurriendo.

 

El abrazo fatal

No hemos acabado. ¡Escritores! Tengamos cuidado con crear tensiones sexuales allí donde no existen. Los seres humanos somos unos cotillas y, ya desde el colegio, si dos compañeros están juntos más de lo habitual, empezamos con los cuchicheos: “Fulanito y Fulanita son novios”. Los lectores son unas porteras y verán tensiones cosas donde no las hay.

En Como no escribir una novela Howard Mittelmark y Sandra Newman se refieren a esto como “el abrazo fatal”: esa descripción del momento en el que un personaje abraza a su hermana, huele su perfume y le dice que es la más guapa del mundo puede causar muchos malentendidos.

“Un nuevo personaje se describe como «un hombre guapo y musculoso con el pelo de color azabache y una sonrisa descarada» o «una rubia explosiva con un top ajustado y reventón». El lector piensa de inmediato que ahí va a haber lío. Si bien la vida real está llena de personas atractivas que —reconozcámoslo— nunca nos mirarán dos veces, los protagonistas de una novela viven en un mundo maravilloso donde se da por sentado que todas las personas atractivas con las que se encuentran ya tienen un pie en su cama”

Que un lector piense que dos personajes sienten atracción entre ellos puede cambiar notablemente el significado de una novela. Pero hay cosas que pueden ser peores: “Cualquier interés excesivo por menores o un contacto físico con niños dispara todas las alarmas. Si no quieres que tu lector piense que está leyendo la historia de un pedófilo, lo de mecer a un niño sobre las rodillas debe restringirse a los padres, como mucho a los tíos.”

De la misma forma, si no queremos que esa bonita historia de amistad se convierta en un relato de amor que huye de la opresión de la sociedad, asegúrate de que en una borrachera no caen dormidos en la misma cama. “Debes saber que el lector ya lo ha pillado y nada de lo que digas después va a hacerle cambiar de idea”.

 

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