Crear historias tiene ciertos componentes de magia. Con tan solo un lápiz o un teclado y nuestra imaginación, podemos llegar a crear universos imposibles. Y, en ese contexto, en el desarrollo de esas historias que cautivarán a nuestros lectores, encontramos a los antagonistas.
Ya hemos hablado de esta figura en un artículo anterior y queremos profundizar en algunos de los puntos a tener en cuenta durante su desarrollo. Un antagonista puede ser tratado como una herramienta, un simple opositor a los objetivos del protagonista o podemos dotarle de una entidad propia. Ésta segunda opción nos llevará a crear personajes carismáticos, dotados de una complejidad que aportará matices a nuestra historia, a sus giros y a su final. ¿Por dónde empezar?
El pasado de los antagonistas
Muchos escritores desarrollamos todos los personajes de su historia con profundidad, otros solo lo hacemos con el protagonista y otros no gastamos ni un segundo pensando en cómo son sus personajes antes de empezar a escribir. Las opciones son múltiples pero siempre es bueno escribir sobre ellos antes de plasmarlos en las hojas de nuestras historias.
¿Por qué es importante el pasado? Por los lectores. Veamos, las ficciones contemporáneas han construido grandes villanos con los que el lector llega incluso a identificarse. La clave consiste en elaborar personajes redondos con motivaciones profundas e incluso traumas que los lleven a actuar como lo hacen y que justifiquen sus actos. De hecho, un antagonista bien construido puede provocar que el lector cuestione la legitimidad de las acciones del protagonista, creando así varios niveles de profundidad en el conflicto principal de la novela.
Por todo ello, es aconsejable reflexionar sobre quién es nuestro antagonista, de dónde viene, cómo se crió, si ya tenía un carácter complicado de pequeño o fueron las circunstancias las que lo cambiaron, qué momento o momentos de su vida fueron claves para que termine actuando como lo hace en la actualidad… Definamos qué piensa, qué siente y por qué lo siente.
Otro punto a tener en cuenta es la definición de sus flaquezas, sus puntos débiles y hasta un motivo o motivos por los que dejaría de actuar como antagonista. Esas flaquezas o motivos pueden ser de carácter, materiales, personas, amores, sentimientos… Un antagonista debe ser capaz de enviar su malvado plan al traste por un familiar, un amor, un ideal e incluso un objetivo material. Esas dualidades humanizan a ese personaje, ayudan a que el espectador empatice en ciertos momentos con él y entre en contradicción.
Veamos un último punto que es extensible a todos los tipos de personajes. Todas estas reflexiones o construcciones que hacemos sobre los personajes no tienen ni siquiera que aparecer en la novela. Podemos escoger solo aquellas partes que resulten interesantes para el desarrollo de la historia y el resto obviarlas o tan solo apuntarlas. A pesar de que no las mostremos están ahí, en cada una de sus acciones, diálogos o momentos que construimos. ¿Por qué? Pues porque en el momento que los conocemos al dedillo, podemos matizar y afinar cada una de sus intervenciones con veracidad y coherencia.
Muchos grandes escritores juegan a sugerir, a dejar entrever todo aquel universo que han construido a un personaje. Esta narrativa más sutil, muchas veces algo críptica, no es posible si no construimos previamente ese mundo que se asomara a través de las escenas de una novela.
Por todo ello, ¿quieres que tus antagonistas crezcan? Trabaja su pasado. Hoy en día publicar una novela es complicado. Estos pequeños trucos nos ayudarán a crecer como escritores.
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