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Cómo usar el humor en una novela

Cómo usar el humor en una novela

Decía Woody Allen que “la vida es una tragedia aderezada con notas de humor”. Como escritores, nuestro objetivo debe ser capturar lo mejor posible de esa vida en nuestras líneas. Por muy sesuda y trágica que sea nuestra novela, en algún momento, debemos recurrir a una pizca de ingenio.

El humor puede ser, en realidad, algo muy serio. “Es un sentido de perspectiva intelectual. La realización de que hay cosas que son muy importantes y otras que no. Y que la vida diaria involucra ambas”, decía Christopher Darlington Morley.

El humor es una poderosísima herramienta para criticar lo establecido. Un gran ejemplo es el que encontramos en Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, obra que, en muchas ocasiones, ha sido considerada solo como una novela de aventuras y, en realidad, también se distingue por contener una dura sátira contra la sociedad del siglo XVIII y la monarquía británica.

 

Contraste humorístico que añade dimensiones

Se podría pensar que el contrapunto cómico es un recurso popularizado por Hollywood para que sus películas sean más ligeras para una audiencia ávida de palomitas. Sin embargo, es algo que ya se puede ver incluso en las obras más dramáticas de Shakespeare: Falsaff en Enrique V, o el charlatán de Macbeth.

En Cómo convertir un buen guion en un guion excelente, Linda Seger nos apunta que estos personajes pueden tener una función mucho más importante que la de aligerar la situación con un chiste: “Los personajes de contraste nos ayudan a ver los personajes principales con mayor claridad a través de las diferencias que tienen con ellos. Aumentan la profundidad de la historia. Como la paleta de un artista, añaden textura y matices, clarificando aspectos sutiles del carácter de los protagonistas”.

Pero, posiblemente, la función más importante del contrapunto cómico sea la de restarnos importancia a nosotros mismos. Como decía Oscar Wilde, “es curioso que las personas nunca son tan triviales como cuando se toman en serio a sí mismas”.

 

Humor entre personajes

Sociológicamente, el humor nos sirve para relajar la tensión en momentos críticos y para mejorar nuestra conexión con los demás. Los personajes de nuestra novela deberían actuar de una forma similar y así otorgar verosimilitud. Pero lo más importante es que no debemos usar las risas de nuestros personajes como las típicas risas enlatadas de las comedias televisivas de los años ochenta.

“El personaje que se ríe, y esto es lo más importante, no debe estar allí para demostrar que el chiste es bueno (no te preocupes, ya tendremos una actitud receptiva), sino para demostrar la buena conexión que hay entre los personajes, o que se lo están pasando bien”, recomiendan Howard Mittelmark y Sandra Newman en Cómo no escribir una novela.

 

 

 

 

Una barrera cultural

Sin embargo, el humor también puede ejercer de frontera cultural y hacer que nuestra novela sea difícil de entender fuera de un determinado contexto histórico y geográfico.

Una de las novelas que más ha sufrido esto es El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, el cual está plagado de notas de humor, casi imperceptibles para un lector actual. Al inicio de la novela, hace referencia a que el hidalgo más famoso de la historia comía “duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres

partes de su hacienda”. Con ello, el autor se mofaba de las leyes de la época, las cuales favorecían socialmente solo a los cristianos viejos y no a los judíos conversos, ya que además de hacer comer a don Quijote duelos y quebrantos - un plato típico hecho con partes del cerdo - lo hacía en Sabbath, el día sagrado para los judíos. Es complicado universalizar el humor, incluso para Cervantes.

 

Peligros del humor

El humor también tiene ciertos peligros que pueden acabar lastrando nuestra obra si no lo tratamos con acierto. “Un chiste fallido no es únicamente un chiste con el que el lector no se ríe. Es una pérdida de tu credibilidad como autor, pues desanima al lector a reírse de tu siguiente chiste, y con cada nuevo chiste fallido, es menos probable que aguante hasta ese chiste del capítulo 11 que es tan bueno”, advierten Howard Mittelmark y Sandra Newman.

Pero los chistes malos no son el único riesgo que ven la pareja de escritores.  “Un pasaje humorístico o tan primorosamente escrito que hace que el lector aparque mentalmente la historia unos momentos para pensar en lo brillante que es el autor se parece más a una enojosa mosca que a un logro. De hecho, siempre que, al escribir, te admires de tu propia inteligencia no es mala idea hacer un alto y considerar si esas frases realzan la novela o te realzan a ti”.

 

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