La red social literaria que publica tu talento

Recursos para escritores

Todo lo que necesitas para convertirte en autor

Cómo dividir nuestra novela en capítulos

Cómo dividir nuestra novela en capítulos

Ya tenemos una novela pensada de principio a fin. Hemos creado un mundo, tenemos una trama atractiva y un personaje interesante que va evolucionando a medida que dicha trama avanza. Tenemos puntos de giro y un tono que enganchará al lector. Ahora nos toca estructurar todo eso y surgen las preguntas: ¿cómo debemos dividir los capítulos? ¿Cuántos debe tener nuestra novela y qué extensión debe tener cada capítulo?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que no existe una respuesta concreta a estas preguntas y que todo depende de las necesidades de nuestro libro. La respuesta corta sería “depende de lo que te pida la historia”. De hecho, no es necesario que introduzcamos capítulos en nuestra novela. Por ejemplo, La carretera, de Cormac McCarthy, no tiene ningún tipo de división.

Sin embargo, los capítulos tienen una serie de funciones que pueden hacernos más fácil tanto la escritura –al facilitarnos la estructuración de la historia- como la posterior lectura –aportando al lector una idea rápida del avance de la trama-.

 

La longitud de los capítulos y el ritmo

Aunque lo importante debe ser que los capítulos cumplan su función, sin que la extensión importe demasiado -éstos ni siquiera deben tener una longitud similar obligatoriamente-, esta puede impactar en el ritmo de la novela.

Una mayor cantidad de capítulos de menor extensión pueden servir para crear una sensación de agilidad –por eso la mayoría de novelas comerciales apuestan por esta vía-. Por otro lado, los capítulos más largos dan una sensación de mayor calma y sosiego, ralentizando la temporalidad de nuestra novela. Truman Capote dividió su detalladísima investigación sobre los asesinatos de A sangre fría en cuatro capítulos de alrededor de 100 páginas cada uno.

 

Punto de descanso

Otro elemento a tener en cuenta es que el final de un capítulo sirve de punto de descanso para el lector. A muchas personas no les gusta dejar la lectura a mitad de un capítulo y prefieren acabarlo para no tener que reincorporarse entre dos párrafos elegidos casi al azar.

El lector puede estar encantado con nuestra novela y ansioso por seguir leyendo, pero llegará el momento en que deberá aparcar el libro ya sea por cansancio o porque tienen algo que hacer. Por ello, tener que enfrentarse a un capítulo de 20 páginas antes de cerrar el libro puede parecer más asequible que uno de 80.

 

Dividir por trama: El cliffhanger

La propia trama puede guiarnos hasta el lugar más adecuado en el que introducir un corte. Si contamos una escaleta, podemos dividir los capítulos según los distintos hitos que hacen avanzar la trama. Por ejemplo, en un capítulo podemos centrarnos en cómo dos personajes se conocen, otro en el descubrimiento del cadáver y otro para revelar las intenciones del antagonista.

Otro buen momento para introducir un corte es justo después de un punto de giro, de una revelación o en un momento de tensión con el protagonista en una situación muy complicada, que nos permita dejar al lector con ganas de volver. Se trata de una técnica muy habitual en la televisión, conocida como el ‘cliffhanger’ (se traduciría como ‘colgando de un precipicio’).

 

 

 

 

Dividir por los personajes: la novela río

Los personajes también nos pueden marcar puntos en los que introducir un salto de capítulo. Por ejemplo, si nuestro protagonista acaba de vivir un hecho o ha recibido una revelación que marcará su evolución como personaje, terminar el capítulo con ello nos ayudará a enfatizarlo.

Si jugamos con el punto de vista narrativo, contando nuestra historia desde diferentes personajes, los capítulos nos pueden ayudar a organizarnos y a guiar al lector. De hecho, las novelas río consisten en eso: cada capítulo está narrado desde el punto de vista de un personaje. El ejemplo de moda es la televisiva saga Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin, en la que se basa Juego de tronos, pero podemos encontrar otros como 1Q84 de Haruki Murakami, Los episodios nacionales de Benito Pérez Galdós o En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.

 

Dividir por espacio, tiempo o tema: no tenemos límite

Un salto temporal, o un cambio de espacio –ya sea debido a que nuestros personajes van de la cocina al salón o porque den un salto hiperespacial de varios años luz- puede servirnos como excusa para cambiar de capítulo. Si tenemos una serie de escenas consecutivas con un tema similar podemos agruparlas. Por ejemplo, Nick Hornby divide su Fiebre en las gradas a partir de los distintos partidos que disputa el Arsenal, equipo de fútbol del que es aficionado.

Si queremos arriesgar con la división de capítulos, podemos ponernos creativos proporcionando un orden alternativo de lectura. El ejemplo más extremo de esto sería Rayuela de Julio Cortázar, que permite su lectura secuencial o en el orden que nosotros queramos.

Las opiniones de la comunidad (4)

Regístrate o haz logon para añadir un comentario.