Me gusta escribir

Cuando nos ponemos a escribir hacemos algo que los seres humanos llevamos haciendo durante al menos 3.500 años. Muchas han sido las ideas que se han plasmado en un papel durante este tiempo.

Los grandes literatos de la historia de la literatura nos llevan, es posible que ya hayan escrito un gran número de las ideas que se nos puedan llegar a ocurrir. Además, los lectores –para bien o para mal- tienen un amplísimo bagaje literario y recursos narrativos, por lo que reconocen fácilmente todo aquello que se repite.

Escribamos por afición o porque tenemos intención de publicar, siempre buscaremos la originalidad y alejarnos de los tópicos. ¿Pero es posible huir de estos? Es más, ¿es positivo rechazarlos?

¿Qué es un tópico?

Prácticamente cualquier elemento de una narración puede ser un tópico. Desde una réplica en un diálogo a todo el tema de la novela, pasando por un personaje. El tópico es una idea o una expresión que se ha ido repitiendo a lo largo de la historia de la narrativa.

Para  evitar los clichés deberemos tener muy claro el tema de nuestra novela. Si no lo tenemos bien definido y no trabajamos los  distintos elementos para que todo apunte hacia una dirección, corremos el riesgo de acabar escribiendo un lugar común de la manera más tópica, o peor aún, transmitir una idea que no queríamos.

Todos los temas son válidos

Sin embargo, antes de huir de los clichés debemos tener algo en cuenta: si una idea se ha repetido tantas veces como para convertirse en un lugar común es porque tiene mucha fuerza. Logra tocar algo de nuestro espíritu colectivo que hace que las aceptemos y las repliquemos.

Que el dinero no da la felicidad es uno de los conceptos más viejos que existen, y sin embargo, es la idea de la que parte una obra maestra como El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. No es el único clásico que parte de una precepto aparentemente manido. Frankenstein pivota sobre la peligrosidad de jugar con la naturaleza para adquirir nuevo conocimiento.

Más importante que la idea de la que partamos es como nos aproximemos a ella y la visión personal que aportemos.  No es necesario que seamos Fitzgerald o Mary Shelley para poder una aproximación fresca a un tema ya tocado.

Otro tópico, valga la redundancia, es que muchos autores autopublican porque escriben sobre temas que ya existen en el mercado. No es así, a veces un escritor no publica un libro porque o no encuentra editorial o su historia no encaja en los sellos con los que tiene contacto.

Conoce aquello de lo que escribes

El famosísimo “conoce aquello sobre lo que escribes” es todo un tópico dentro de los consejos literarios. Pero lo cierto es que puede ser algo fundamental para evitar caer en un lugar común.

Si nos lanzamos a escribir un libro ambientado en Japón sin haber salido de nuestro país acabaremos echando mano unos conocimientos basados en clichés, y al final, nuestro protagonista acabará siendo un samurái adicto a los videojuegos que después de ir a ver un combate de sumo se harta sushi en un buffet giratorio. Y es posible que Japón sea bastante diferente a esa imagen.

Todos los géneros tienen una serie de normas y elementos que se repiten. Pero las reglas están ahí para romperlas. Conocerlas e invertirlas nos puede ayudar a crear una historia sorprendente. Un gran ejemplo de esto es la saga de Geralt de Rivia. En ella, Andrzej Sapkowski juega con los tópicos de la literatura fantástica de forma que acaba por crear una historia con elementos muy habituales mientras, a la vez, se ríe del género.

Recurrir a los tópicos y juxtaponerlos con algo inesperado o invertirlos es algo tan efectivo que es una de las bases de una de las grandes novelas de la historia: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En ella Cervantes recurre a los principales lugares comunes de la literatura caballeresca para lanzar una dura crítica a esta y a la sociedad del momento, dándonos todas las claves a partir de la biblioteca del personaje.