Nuestras vivencias nos afectan y nos moldean, afectando a futuras decisiones. La ficción imita la realidad –por mucho que tratemos de esconder esa imitación-, y nuestros personajes también estarán fuertemente influidos por sus experiencias vitales.
Con el objetivo de caracterizar bien a un personaje, los escritores debemos meternos en su piel, de una forma no muy distinta a la que los actores utilizan en métodos como el de Stanislavski, convirtiéndonos prácticamente en él.
“Por ello es vital inventarle un pasado, darle rasgos físicos, espirituales: cuándo conoció el sexo por primera vez, su relación desde la infancia con los padres, con sus amigos, con sus compañeros de clases, sus apetencias más pequeñas, sus vicios, virtudes y defectos”, explica Héctor Quintana en Cómo se escribe una novela.
La influencia de la infancia en un adulto
De todas las etapas vitales, la infancia es una de las más influyentes. Son muchos los estudios que muestran el impacto de nuestras vivencias de pequeños pueden tener en nuestra vida adulta y en nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Por ejemplo, según la Universidad de Haifa, los huérfanos o los hijos con padres divorciados les resulta más costoso mantener relaciones de pareja. De hecho, en torno al 60% de ellos tienen una relación en contraposición al 82% de aquellos con padres casados. Otro ejemplo es que todo niño que ha sufrido maltratos tiene más del doble de posibilidades de sufrir depresiones.
La influencia de la infancia en la vida adulta puede darse también por reacción. Habitualmente se dice que los hijos recrean los comportamientos de sus padres, pero puede ocurrir lo contrario. De esta forma, los hijos de padres que abusan del alcohol o las drogas tienden a ser adultos responsables, ya que se pueden haber visto forzados a ser los padres de sus padres.
Al escribir una novela, si tenemos problemas a la hora de dar forma a nuestros personajes, recurrir a manuales de psicología pueden ayudarnos a crear un ‘cableado mental’ que nos ayude a caracterizar a un personaje. Incluso, si encontramos un caso que se ajuste a nuestras necesidades, crear todo el personaje a partir de este puede ser un buen recurso.
Otro elemento que debemos tener en cuenta es que durante la infancia el cerebro es tremendamente maleable, por lo que es mucho más fácil aprender habilidades nuevas y desarrollarlas en esta etapa. Si necesitamos que nuestro personaje sea especialmente habilidoso en algún aspecto, introducir alguna razón en su infancia puede darle más verosimilitud.
No abusar de la infancia
Sin embargo, hay muchos autores que acaban por abusar de la infancia para explicar la forma de actuar de los personajes. Desarrollar personajes con una cierta profundidad es más complejo incluso que escribir una novela. Los escritores podemos necesitar esa información para meternos en la psique de nuestros protagonistas, sin embargo puede no ser necesario transmitir esta información a los lectores.
“Muchos de estos detalles quizá no aparezcan en el relato pero favorecen en el proyecto de crear un personaje consistente, es decir, con una personalidad específica, con márgenes lógicos dentro de los cuales actuará” explica Quintana.
Howard Mittelmark y Sandra Newman apuntan en la misma dirección en Cómo no escribir una novela: “Aunque tu trabajo como escritor es conocer muy bien a tus personajes, pocas veces es necesario compartir toda esa información con el lector, y cuando decimos «pocas veces» queremos decir «nunca». Tu función como escritor es contarle una historia al lector. Cuando llamas a alguien para que te preste un servicio, un soporte informático por teléfono, por ejemplo, ¿quieres que el técnico te cuente todo lo que sabe sobre tu sistema operativo, el código alfanúmerico de tu red inalámbrica y los algoritmos de encriptación antes de que te explique qué tienes que hacer para recuperar tu conexión a Internet?”
De hecho, esa pueda ser la gran diferencia entre escribir una novela y escribir una gran novela. Mittelmark y Newman son contundentes en este aspecto. Incluso insinúan que puede ser la causa de que muchos escritores no lleguen a publicar un libro: “Ciertamente a los personajes se les puede dar un pasado. Pero la relación entre ese pasado y la historia que cuenta la novela y el comportamiento del personaje debe ser algo más compleja que la psicología del perro de Pavlov. Y recuerda que los autores que aún no han publicado suelen estar mucho más interesados en el pasado de sus personajes de lo que suelen estarlo los lectores”.
Juan Lam - lunes, 22 de agosto de 2016
Gracias por el dato