Me gusta escribir

Escritor de vocación. Caminante empedernido. Músico frustrado. Poeta a ratos. Sin tener nunca demasiado claro si vengo o si voy, si estoy o si ya me he ido. Hago lo que puedo cuando puedo, y lo que no puedo, lo imagino, y de ahí, paso a escribirlo, con lo que, para mí, ya lo he hecho. Y, mientras tanto, paso el tiempo lanzando botellas al mar. Algunas llevan un pedazo de mí encerrado dentro. Otras van vacías, o llenas de los besos que jamás di, y son sólo mis deudas pendientes con las bromas que me gasta la vida, en mi afán de devolverles sus jugarretas. Normalmente suelo llevar un pedazo de desierto enredado en el pelo, para que me seque por dentro cuando el mundo me llueve encima. Tengo mucha gente a mi alrededor a la que quiero y que me quiere, incluidos dos peludos de cuatro patas, así que me da igual el beneplácito y la conformidad del extrarradio de mi vida.

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