Sergio

Sergio Díaz Tejada

Valencia, España

Si he reemplazado la anterior imagen que figuraba en la foto de perfil por este retrato no ha sido con el propósito de acentuar el contraste entre el niño que fui y el sujeto en el que me he convertido. Después de todo, los textos que hasta ahora he publicado en esta página web no podrían ser considerados un conjunto de episodios dispersos de unas memorias o de un breviario de vivencias a no ser que yo padeciese un trastorno de personalidad múltiple sin diagnosticar. Por tanto, tampoco he reemplazado una imagen por otra con la intención de resaltar tanto la falta de coherencia como de continuidad de mi relato biográfico. Lejos de ser ese mi propósito, si he reemplazado lo que era una imagen icónica por un vulgar retrato en la foto de perfil de esta cuenta no ha sido por otra razón que la de recordarme a mí mismo las altas probabilidades de que aquella ingenua e inocente criatura que aparece en la fotografía hubiese acabado contribuyendo al aumento de la tasa de suicidio infantil de este país mediante un medio más altruista que el ciberbullyng de descubrir que acabaría siendo de él. Me cuesta creerlo. Y más teniendo en cuenta que aquel adorable niño no faltó nunca a catequesis. Pero no descartaría esta hipótesis aunque eso implicase necesariamente contravenir los preceptos de la fe que por aquel entonces profesaba. Como atestigua su indumentaria. No en vano aquel día participaría por primera vez como miembro activo y no mero observador en el sacramento de la Eucaristía. Celebraría junto a muchos otros, entre otros, uno de sus hermanos, su primera Comunión. P.D. Aclaro, aunque tampoco sea necesario, que doy explicaciones por el mero placer de darlas ya que no fueron solicitadas por los administradores de esta página web ni por ninguno de los millones de miembros inscritos en esta popular red social a los que comprensiblemente se las traería floja descubrir que he reemplazado la imagen que figuraba en la foto de perfil de mi cuenta por otra. Tan floja, por cierto, como se las traería que aquel adorable niño que figura en aquella fotografía se hubiera ahorcado. O a mí en el hipotético caso de que ese niño con cara de pánfilo hubiese sido yo y no otro. Obviamente.