Descripción
A partir del siglo XIII la muerte se asocia con la figura del esqueleto y hace su aparición en la iconografía de la época; pero es en el siglo XIV que las representaciones de la muerte personificada inundan la iconografía medieval. La Peste Negra que llevó a la tumba a la Laura de Petrarca y fue el crisol en que se forjó el Decamerón de Boccaccio, hizo de la Muerte realidad palpable. Sin tiempo para sepultar cadáveres, la metáfora se hace realidad tangible y la epidemia se desplaza cómodamente por todos los rincones de Europa mediante el simple contacto, tal como se ve en un sinnúmero de representaciones gráficas y literarias en que la Muerte hace que la gente se tome de las manos formando un tétrico coro de esqueletos danzantes.
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