Escribir una novela es un arduo trabajo. La cantidad de información que generamos puede ser difícil de organizar. Personajes, lugares, líneas temporales, situaciones... y cuanto más material tenemos, más ideas solemos tener. Al final, el camino desde la idea hasta que un escritor publica un libro es largo..
Por suerte, los escritores disponemos de un buen número de recursos para esbozar nuestra obra. Recurrir a un mapa conceptual es una de las formas más habituales de poner un poco de orden en el caos. Es algo realmente útil, especialmente en las primeras fases, cuando escribir un tratamiento o storyline es demasiado lineal para el batiburrillo de ideas que tenemos en la cabeza.
Hay muchas formas de crear un mapa conceptual. Hay escritores que prefieren hacerlo a mano, con lápiz y papel, mientras que otros prefieren recurrir a alguno de los muchos programas y aplicaciones que permiten hacerlo en el ordenador, tableta o smartphone. Si nunca hemos utilizado un mapa conceptual, lo mejor es probar ambos sistemas para ver cuál se ajusta mejor a nuestra forma de trabajar.
Una de las metodologías más habituales de comenzar es poniendo un concepto, idea o título provisional en el centro del esquema. De ese punto de partida podemos sacar cuatro brazos: en un lado colocaremos personajes y argumento, y en el otro escenarios y líneas temporales. A cada una de estas categorías les asignaremos un color.
Los espacios en blanco, un reto
Una vez tenemos este esqueleto básico, comenzaremos a plasmar nuestras ideas de personajes y argumento. Empecemos con ideas muy generales y vayamos añadiendo detalles. Un par de líneas apuntando la trama, tres o cuatro características por personaje. Ya los haremos crecer.
No nos preocupemos por dejar espacios en blanco. No sólo es normal que aparezcan, sino que se convertirán en una fuente de motivación para seguir trabajando y nos mostrarán qué aspectos necesitamos elaborar más. Una vez tenemos los suficientes elementos en personajes y argumento, es el momento de cruzar al otro lado del mapa para empezar a trabajar los escenarios y las líneas temporales.
Planteémonos qué ambientación necesitamos para nuestra novela, los lugares en los que se desarrollará y apuntémoslos junto a sus principales características. Si una parte de nuestra historia tiene lugar en una plaza, ¿alberga árboles y zonas verdes o es de cemento y sin vida? Una de las ventajas que te ofrecen muchas aplicaciones informáticas es que permiten incrustar fotografías, algo que puede ser muy útil para tener referentes visuales de cómo quieres que sean los escenarios.
En la parte de las líneas temporales podemos comenzar a dividir tu material entre los antecedentes, la historia principal, subtramas y también apuntar aquellos sucesos que tendrán lugar durante la novela pero que no mostraremos.
Una vez tengamos lo suficientemente desarrollado nuestro mapa conceptual, podemos empezar a trazar flechas estableciendo relaciones entre las cuatro ramas del árbol. Si un personaje está muy relacionado con un escenario, o con una subtrama, las uniremos. Que la flecha sea del color de la categoría que hizo nacer la idea es una buena manera de establecer una jerarquía (por ejemplo, si hemos desarrollado la casa de un personaje a partir de su personalidad)
Ejemplo de mapa conceptual
Los postits, grandes aliados de los escritores
Una vez tengamos ya un esbozo de cómo se va a desarrollar la historia podemos encontrarnos con un nuevo problema: cómo distribuir las distintas tramas a lo largo de nuestra novela.
Este obstáculo suele darse cuando tenemos distintas tramas protagonizadas por varios personajes, o si la historia de despliega a lo largo de varias líneas temporales. Encontrar un equilibrio puede ser, en ocasiones, complicado. Esos trocitos de papel que la mayoría suele usar para apuntar teléfonos o dejar recordatorios en la nevera pueden salvarnos la vida de una manera muy sencilla. Ya hablamos del uso de los postits para la creación de tramas. Sí, son unos aliados naturales de los escritores.
Imaginemos que nuestra novela se desarrolla a través de las peripecias de tres personajes y tenemos dificultades a la hora de hacer que estas queden organizadas de forma homogénea. Basta con comprar postits de diferentes colores y asignar uno a cada personaje.
A continuación iremos apuntando en ellos las diferentes escenas o capítulos que protagoniza cada personaje y los pegaremos en orden en una pared. Esto nos dará una idea tremendamente visual de la distribución de nuestra historia. Si vemos que un color predomina en una parte, podremos mover las escenas hasta que todo quede perfectamente equilibrado.
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